Y lo oculto será revelado...
Fue una sorpresa hallar, apenas alzada la vista, otro viejo
episodio de la querida serie “Cuadernos Eudeba”, de ánimo pedagógico y brevedad
notable. En esta oportunidad, el autor fue Serge Hutin, quién pese a mi
corazonada no era ruso, aunque me recordaba las conspiraciones, ficticias o no,
que cuenta Daniel Estulin. El título era una invitación a aproximarse hacia lo
no develado.
La atracción por lo no revelado trasciende las generaciones humanas: la constante perpetuación del vacío en un universo de mecánicas incognoscibles y la aparente inquietud de la consciente perturbación del desconocimiento de un origen y realidad sujetos a un orden asequible perpetúa la ausencia de la ley de la existencia. La presunción del descubrimiento de una explicación a los desconocido, la conformación consecuente de maestros orientadores (portadores de capital simbólico) y de círculos de aprendientes han conformado los espacios de búsqueda del saber metafísico. Lo oculto aparente exige de la predisposición a la superación de lo racional, y en consecuencia, tornase favorable el encuentro del escenario místico en los límites de lo autorizado y lo permisible. Las sombras resultan ser a un mismo tiempo condición de libertad y ejecución de operatividad.

De acuerdo al autor, es preciso
entender desde el comienzo la diferencia entre “sociedades secretas políticas”
y “sociedades secretas iniciáticas”. La
iniciación es la introducción en un mundo superior, en un estado psíquico más
perfecto. Se trata de la transmutación hacia otro estado, donde se experimentan
sentimientos que obran de los ritos “por una suerte de impregnación del
subconsciente, al que dan un poder y una eficiencia reales”. J. Boucher, La
symbolique maçonique]. Los ritos iniciáticos son esencialmente pruebas físicas
y morales predeterminadas para obrar sobre el psiquismo del individuo. Los
grandes Misterios contemplan un esquema donde el alma debe experimentar la
muerte y el terror (escalofrío, sudores fríos, espanto) para finalmente
ascender hacia la luz, donde es ofrecido el goce de los lugares puros y prados
y las palabras sagradas que inspiran religioso respeto. Opera así una
regeneración ficticia del ser, de preparación de las condiciones personales
requeridas para alcanzar el “Conocimiento perfecto”. El iniciado encuentra al
fin respuestas sistémicas a las preguntas por la creación del Universo y del
hombre y sus relaciones mutuas.
De los egipcios a la edad de las
cruces
En la Antigüedad podría hallarse en
los egipcios a la religión esotérica por excelencia. Osiris, dios-hombre, al
ser asesinado por su hermano Seth, encuentra la oportunidad para renacer.
Grecia, en el culto a Dionisio, halla el eco prolongado de cultos agrarios que
simbolizan la Primavera: danza con carácter sexual muy acentuado, ebriedad colectiva,
sacrificios sangrientos, prácticas mágicas diversas. De igual modo, los
Misterios de Eleusis recuerdan la unión de Zeus y Deméter, con la finalidad de
asegurar y promover la fecundidad de la Naturaleza. El Orfismo, en tanto,
remonta el origen de los hombres a las cenizas de los titanes fulminados por
Zeus, siendo de una naturaleza mala, y el Pitagorismo cultivaba especulaciones
místicas. Las desavenencias con los formalismos de la religión romana facilitan
asimismo la introducción de os cultos orientales (misterios), que encuentran
abundante descripción en Plutarco y Apuleyo. Entre los cultos florecientes, se
encuentran el de Mitra, de origen iranio, impregnado en vastos sectores de las
legiones romanas. El incipiente desarrollo del cristianismo encuentra dos
corrientes esotéricas. La Gnosis se fundamenta búsqueda del conocimiento
profundo de la razón de ser de todas las cosas. Siendo comprendidas revelación
y salvación a un mismo tiempo; el maniqueísmo, doctrina persa, se caracteriza
por su radical dualismo entre los principios del bien y del mal y el riguroso
ascetismo impuesto a sus miembros
“Elegidos”.
La Edad Media presenta en Occidente
el surgimiento de las corporaciones de maestros albañiles (masones) y la
leyenda del Grial extraviado. Junto a los cátaros y su angustiante visión del
Universo (“Reino de Satanás”), aparecen los esmerados alquimistas, la
hermenéutica de la cabalística y la pretensión de satisfacciones mundana a
través de la brujería. Hacia 1117 tiene aparición la célebre Orden del Temple,
protectores de los peregrinos a Tierra Santa que hallan en el control de los
caminos una fuente de poder y riqueza. Siendo destruida tras la condena de la
Bula Papal de 1312, se desconocen con certeza ritos y doctrinas propias, aunque
se presume la transmisión de la herética
musulmana de sus antagonistas, los asesinos, en la utilización de simbolismo
gnóstico (Baphomet, toro de Mitra, cruz ansada egipcia). De acuerdo al autor,
Dante Alighieri habría sido jefe de la Fide Santa, Orden Tercera de Filiación
Templaria, siendo la Divina Comedia una descripción de rituales y explicación
de simbolismos. El Islam habría tenido sectas de iniciación en las
transmisiones de los grupos sufí, los belicosos hashishies o los místicos
drusos, todas ellas derivaciones de la herética de los ismaelitas, secta
fundada por el persa Abdalá en Siria.
La Masonería en tiempos de conjuras
La Modernidad ha sido el marco
histórico de proliferación de teorías conspirativas sostenidas en la presunción
de invisibles movimientos de grupos de poder en las sombras. En 1614 la
Hermandad de la Rosacruces fundada en Alemania por el místico J.V. Andreae,
siendo luego extendida a Inglaterra, Polonia, Italia y España. La orden se
inspiraba en el presunto viaje de Christian Rosenkreutz, iniciado por los
Sabios de Oriente en Siria. Renueva la búsqueda del conocimiento de la
tradición de los saberes esotéricos (cabalística, hermetistas, alquimistas)
dado que, en palabras atribuidas a Paracelso, “no hay nada oculto que no deba
ser descubierto”.
El VITRIOL, uno de los símbolos más representativos de la práctica masónica. |
La creación gremial de los maestros
constructores del Medioevo alcanza gradualmente cierto poder, siendo una
asociación benéfica hacia perseguidos políticos y religiosos. En el siglo XVII
es notoria su expansión en el Reino Unido, mientras que en el siglo XVIII
Francia encuentra cantidades numerosas de adeptos que dificultan la instrucción
de sus fines espirituales llevando la organización a un estado crítico. En la
transmitida leyenda de Hiram, arquitecto del Templo de Salomón asesinado por
tres compañeros celosos y luego resucitado, es revivido el relato de un
dualismo entre potencias buenas y malas, la simbolización astronómica de Osiris
(retiro del sol invernal) y la representación dela muerte como renovación en
una metamorfosis sobre lo psíquico, mental y espiritual. La unidad creadora, el
Gran Arquitecto, es la fuerza creadora que rige las manifestaciones de lo
posible, siendo el hombre penetrado por un principio pensante que preside la
construcción de su ser moral que lo conforma en un Dios en potencia, siéndole
permitido desarrollar sus poderes en forma ilimitada. La Francmasonería,
sociedad iniciática, ha sido interpretada como un centro de conjuraciones
mundiales (“judía”, “imperialismo”, “bolchevismo”, “trust norteamericanos”,
“partido radical”, “Satanás”).
Hutin considera que el valor de la simbología es motivo determinante de la asimilación a “sociedad iniciática” o “sociedad política”. La “sociedad política” surge bajo la existencia de autoridades recelosas y conservadoras y admiten una subdivisión didáctica. Las “sociedades justicieras” sustituyen a la justicia legal cuando esta flaquea. Es el caso de la Santa Vehme, originada hacia mediados del siglo XVIII, cuando Federico I se vio imposibilitado de mantener el orden entre el Rin y el Weser. Llegando a contar con cien mil miembros, ejerció un temible poder cuya única pena prevista era la horca.
Hutin considera que el valor de la simbología es motivo determinante de la asimilación a “sociedad iniciática” o “sociedad política”. La “sociedad política” surge bajo la existencia de autoridades recelosas y conservadoras y admiten una subdivisión didáctica. Las “sociedades justicieras” sustituyen a la justicia legal cuando esta flaquea. Es el caso de la Santa Vehme, originada hacia mediados del siglo XVIII, cuando Federico I se vio imposibilitado de mantener el orden entre el Rin y el Weser. Llegando a contar con cien mil miembros, ejerció un temible poder cuya única pena prevista era la horca.
El potencial de la organización
secreta también ha encontrado propósitos menos generosos que el
autoconocimiento o el cambio social. Es el caso de las “sociedades criminales”,
desde las cuadrillas extorsivas paraestatales sicilianas que signaron el origen
de la Maffia hasta la paranoia supremacista que definió las acciones del Ku Klux
Klan.
Las sociedades secretas se explican
desde las condiciones de la historia, la presencia religiosa, la sociología de
la organización y las psicologías individuales que inscriben al fenómeno,
vigente en la promesa de desentrañar el secreto.
HUTIN,
SERGE. (1952) Las sociedades secretas
(tit. orig.: Les sociétes secrétes),
Eudeba, Buenos Aires, 1965, traducción de Ricardo Anaya.
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