Reseña de (2005) "América Latina a comienzos del siglo XXI. Perspectivas económicas, sociales y políticas", de Gilberto Dupas (comp.)

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poyada por la
fundación socialcristiana Konrad Adenauer Stiftung, el Instituto de Estudios
Económicos e Internacionales y el Observatorio de Relaciones Unión Europea-
América Latina, doce cientistas sociales abordan en diez artículos la situación
de América Latina de cara a los inicios del siglo XXI. El balance sobre la
modernización neoliberal el empoderamiento local/regional frente a la
retracción neoliberal, el estudio de los casos de los “milagros”
latinoamericanos, la desarticulación social y el empoderamiento local/regional
frente a la retracción de la influencia norteamericana son ejes principales de
una obra que rehúye a las certezas tanto como a las proyecciones pesimistas.
En “Una visión estructural de la dinámica
económica de América Latina”, Fabio Villares de Oliveira y Gilberto Dupas
señalan la conformación de un nuevo contexto global de liberalización y desregulación
de mercados que conllevaría la actuación de factores altamente des
estructuradores. Frente a la total anomia de los mercados financieros, la exacerbación
del capital volátil y la pérdida de la capacidad reguladora de las
instituciones internacionales, los países no desarrollados estarían obteniendo
beneficios de la globalización manteniendo políticas industriales activas y
discriminatorias, claramente contrarias a las pregonadas por el neoliberalismo.
Una vez producido el agotamiento de las políticas keynesianas, el gran capital
habría iniciado una búsqueda de nuevas fronteras de acumulación, resultante
luego en fragmentación de fronteras productivas. Junto a una América Latina de
servicios privatizados e industrias desmanteladas, las inversiones destinadas a
países periféricos en el sentido de creación de valor mediante la reducción de
costos se dirigirían especialmente a China y a otros países asiáticos.
La publicación en
2001 del informe “Una década de luces y sombras”, de la CEPAL, es tomada como
advertencia sobre las modestas tasas de
crecimiento y asimetrías generadas por el modelo de desarrollo.
Producidos los ajustes fiscales y la consiguiente pérdida de competencias, la
ausencia de responsabilidades en la creación de infraestructura y la desregulación
de los servicios públicos serían consecuencias directas de las limitaciones financieras
estatales. Asimismo, la demanda de bienes de consumo importados habrían
facilitado los desequilibrios internos. Si las grandes corporaciones adquieren
una posición hegemónica en la región, la
participación de la deuda en el PBI de los países latinoamericanos resultaría creciente
tras el agotamiento de los ingresos por privatizaciones. Pese a la “modernización”
forzosa de la región, las consecuencias sociales desestimarían las promesas de
la liberalización económica, indicando el Panorama de la CEPAL un aumento de la
población por debajo de la línea de pobreza (41% en 1980 – 43% en 2000),
estando un 9% de niños menores de cinco años en condiciones de desnutrición
aguda y un 19% de ellos en desnutrición crónica. En un cuadro de grave y creciente
de miserabilidad de las sociedades de la región, diseminación de la violencia y
del tráfico de drogas, los fenómenos de esta nueva era indicarían las dificultades
de las nuevas generaciones para alcanzar el mismo nivel de vida de sus padres. Latinoamérica
se encontraría así en una situación de impasse:
“o profundiza y radicaliza el patrón neoliberal en busca del espejismo que aún
agitan algunos de los más ortodoxos, o busca otros caminos que propicien un
desarrollo sustentado, como los que están recorriendo con éxito los países
asiáticos” (p. 40).
La exposición de
México como caso testigo de las reformas neoliberales es dada por Rolando
Cordera Campos y Leonardo Lomelí Vanegas en “Cambio estructural en México (1982-2004): elementos para una
evaluación”. Producida la crisis de la deuda externa en 1982 y registrado
el problema de mantener las tasas de crecimiento durante el gobierno de Luis
Echeverría y José López Portillo (1970-1982), el gobierno de Miguel de La
Madrid dio por ineficientes las políticas de proteccionismo estatal y obsoletos
los recursos tecnológicos en un contexto de acelerado crecimiento de la
población. De este modo, dio la puesta en marcha a programas de ajuste y privatizaciones
como única opción para cubriré desequilibrios macroeconómicos, fiscales y
externos.
Si bien se dio cumplimiento
de las expectativas de los actores económicos, las reformas habrían encontrado sus
propios límites. La política de comercio exterior, que habría incluido la
realización de tratados de libre comercio con los principales bloques
económicos del mundo bajo una apertura sin reciprocidad se habría tornado
gradualmente desfavorable dada la retracción del ingreso al mercado
estadounidense, básicamente dada por la exportación de petróleo. Si el cambio
estructural ha sido incapaz de recuperar la senda del crecimiento mexicano, la
estrategia de crecimiento también se vería opacad ante las ventajas
competitivas de los países asiáticos (bajos salarios, mayor calificación y
mayor sofisticación tecnológica). Las reformas no habrían cumplido con las
expectativas de garantizar mayor eficiencia en la inserción a mercados ni la
reducción del gasto público se tradujo en una asignación más eficiente del
gasto. De aquí que la limitada tarea del Estado en resguardo de la cohesión
social, suerte de “vacíos institucionales del nuevo Estado”, se verían
agravados en la discrecionalidad de la Secretaría de Hacienda en el manejo de
los fondos públicos y en la “trampa
fiscal”, es decir, los niveles de recaudación escandalosamente bajos que dan
lugar a un régimen de exenciones y privilegios. Sumado a ello, México debería
hacer frente a “los desafíos del bono demográfico” dado por el aumento de la
precarización laboral y el desempleo, y la “globalización adversa” ante las
expectativas desarrolladas en los acuerdos de libre comercio. Se concluye que
sin una recomposición de las pautas financieras, el Estado “no podrá capear las
tormentas de su demografía política ni presentarse como un interlocutor eficaz
en las rondas por venir para la construcción de un nuevo orden que sea
efectivamente global a la vez que progresivamente democrático” (p. 80).
Fabio Villares de
Oliveira reconstruye los logros del “milagro brasileño” y las exigencias
actuales de la economía sudamericana en “Brasil
y los dilemas del gobierno de Lula”. Desde la aparición de la crisis
petrolera en los 70, la inversión en áreas y sectores con alta relación
capital-producto habría generado una fuerte presión sobre los recursos del
Tesoro, la balanza comercial y el control de precios, con un endeudamiento
externo e interno. En los ochenta, la devaluación habría sido la elección al
problema (administración Sarney), mientras que el Plan habría logrado
desindexar la economía brasileña exponiendo a la vulnerabilidad a los agentes económicos.
Según datos del Instituto de Pesquisa Económica aplicada, la mitad de los
empleos formales entre 1985 y 2002 habrían sido en el sector público, quedando
en el sector privado los puestos de trabajo más precarizados, por tareas y
temporarios. Dentro de estos parámetros, la cadena productiva de mayor
desarrollo habría sido la de los agronegocios, en tanto que los sectores
urbanos habrían visto empeorado su calidad de vida.
Aún con saldos
positivos en transacciones corrientes, el nivel de reservas se mantendría en
umbrales inconsistentes y se vería latente una amenaza de movimiento de
capitales, percibiéndose el crecimiento futuro en tasas modestas. Al gobierno
de Lula correspondería reimpulsar los estímulos de la economía en un panorama
de dificultades. Previéndose la continuación de una trayectoria de stop and go, una iniciativa posible
sería la profundización del ajuste mediante la ampliación rápida y consistente
del saldo comercial y recomponer reservas, siendo preciso intervenir en el
cambio y desalentar la entrada de recursos volátiles. Una alternativa sería renegociar
la deuda externa en términos de plazos y valores, propiciando márgenes de
maniobra para reducir la vulnerabilidad externa. En cualquiera de los casos, el
autor considera que al economía brasileña encontraría limitaciones para un
ciclo autosustentado de crecimiento que permita incorporar la población
marginada.
Alicia Carlino y Ana
Stuart revisan la Argentina reciente en “Un
enfoque multidimensional de los veinte años de la democracia Argentina”.
Las pugnas de intereses entre los actores económicos se habrían resuelto en
democracia con al consolidación del modelo neoliberal en la ´década dl noventa,
en que la estabilidad macroeconómica, la apertura del mercado a la competencia
extranjera y la política de privatizaciones signarían el período, actuando el modelo
de paridad cambiaría como detonante de la moratoria de la deuda y el estallido
de la posterior crisis durante la presidencia de Fernando de la Rúa (1999-2001).
Tras la transición de Eduardo Duhalde (2002-2003), el electo presidente Néstor
Kirchner había tenido el desafío, en su apelación a la memoria política de los
gobiernos populistas argentinos y a la transversalidad de las militancias, de
recuperar canales institucionales de diálogo entre sociedad y Estado.
En “Los países andinos: tensiones entre
realidades domésticas y tensiones
externas”, Rafael Duarte Villa revisa la situación de la región andina tras
la hegemonía neoliberal y su reconstrucción bajo la alta conflictividad
derivada de la producción de drogas. Si el neoliberalismo convirtió al
histórico presidencialismo latinoamericano en gobiernos neopopulistas, se
define que la cooptación de una base movilizada
a través de incentivos habría sido el rasgo distintivo de los procesos
regionales que guiados por una
dirigencia autoritaria y tecnocrática habrían propiciado la ineficiencia
institucional y el alejamiento de la ciudadanía de los asuntos públicos,
aspecto que traslució el fracaso de la “modernización estatal”. La reconstrucción
de la legitimidad gubernamental en la región andina se construye entonces debido
a la irrupción de un discurso de autonomía frente a Estados Unidos (Venezuela),
al combate al narcotráfico y organizaciones armadas (Colombia) o a la puesta en
marcha de una agenda indígena movilizante (Bolivia), posibilitando el logro de
cierta calma tras los estallidos que provocaron la renuncia de Lucio Gutiérrez
y Gonzalo Sánchez de Losada. Según los autores, es esperable que continúe el
apoyo al Plan Colombia y a la agenda de seguridad
democrática de Uribe, persistiendo en una agenda para la región andina
basada en democracia, intercambio comercial, seguridad y destinando esfuerzos a
neutralizar la iniciativa brasileña de incorporar nuevos miembros al MERCOSUR –blanco
de disputa con los tratados bilaterales de libre comercio estadounidenses-.
Tullo Vigevani y
Marcelo Fernández de Oliveira analizan el origen y la actualidad del concepto
cepaliano de vulnerabilidad social en “América
Latina: vulnerabilidad social e inestabilidad económica”. Desde las
movilizaciones civiles en el enfrentamiento entre sectores de la sociedad civil
a la oposición a los regímenes antidemocráticos, las esperanzas iniciales de
cambio social se han trastocado en frustración. El impacto de la violencia, el
problema del desempleo y el flagelo de las drogas alimentan la idea de un
desencanto con el régimen democrático. De acuerdo al Panorama Social de América
Latina de la CEPAL (1999-2000) y una serie de entrevistas realizadas en la
región, se advertiría la sensación de inseguridad de la ciudadanía dadas las percepciones
de riesgo, inseguridad e indefensión del medio en que vive. Por los conflictos desencadenados
durante todo el siglo XX y la aparición de formas políticas nuevas, las
democracias latinoamericanas “se estarían consolidando bajo la forma de modelos
institucionales extremadamente
heterogéneos y peculiares, sin plena correspondencia en los estudios sobre la democracia”
(p. 244), no desprovista de formas tradicionalmente reconocida como ilegítimas.
En este sentido, el presidencialismo podrían actuar favorablemente a la estabilidad institucional
con formas de deterioro del tejido social, despolitización y falta de
transparencia. Frente a la disputa de grupos por el monopolio legítimo de la
violencia y la sensación de anomia e ineficiencia de las instituciones
públicas, la acumulación de poder en la figura presidencial se podría ofrecer
salidas a las expectativas crecientemente fuertes en la población.
Las interpretaciones
estadounidenses sobre el clima de época latinoamericano tienen lugar en dos interesantes
ensayos. En “Percepciones norteamericana
sobre los impasses en América Latina”, Luis Fernando Ayerbe recorre estudios de los centros de pensamiento
estratégico estadounidenses (American Enterprise Institute, Brookings Institution, Center for Strategic and International
Studies, Heritage Foundation, Hudson Institute, Inter-American Dialogue, RAND
Corporation). Aún bajo una pérdida de relevancia de la región tras el 11S,
la región continuaría siendo observada siendo señalada como prioridad el
aumento de la criminalidad y la ausencia de una profundización de las reformas
liberalizantes, existiendo entre los think
tan una diferenciación en las
definiciones de prioridades, compartiendo la percepción de amenazas. Con una
agenda focalizada en México, Brasil, México y los países andinos, y una
obstinada defensa de la expansión de medidas liberalizantes, el sur del hemisferio
contaría con las posibilidades de ampliar márgenes de autonomía frente a las
urgencias de lograr una mayor inclusión social.
La revisión de la
relación entre Américas Latina y Estados Unidos es también abordada por Jorge
Nef. En “Percepciones de las élites
estadounidenses frente al desafío latinoamericano. Una tentativa de ensayo
interpretativo”, Nef señala 11 puntos como marco de interpretación de las
relaciones intracontinentales, siendo contemplados el dominio hemisférico
estadounidense, su alianza con la institucionalidad oligárquica mantenida por
las élites conservadoras latinoamericanas y las importantes riquezas naturales
a nivel continental. La “génesis e ideologías” presentes en el “patriotismo
agresivo, inserta en una cultura y pedagogía de la violencia” configurarían
mitos nacionales dentro de la política exterior estadounidense. Siendo el
neoliberalismo el proyecto hegemónico en la política estadounidense, las pugnas
por las formas de dominación de los grupos pentagonista y trilateral bajo una concepción racista y etnocéntrica
persistirían bajo la visión del Destino Manifiesto.
Revistiendo el
carácter de horizonte a conquistar por los pioneros del proyecto
integracionista, las relaciones de la Unión Europea con el MERCOSUR son
analizadas por Alexandra Barahona de Brito. Comparando las demandas de
desarrollo mercosurenas con las exigencias liberalizantes europeas
(especialmente dirigidas a la liberalización de la producción agrícola), de
Brito considera que se estaría dando una pérdida de intensidad de las relación
entre ambos proyectos regionales al estar ausente en el diálogo la
consideración de los factores temporales y los diversos objetivos presentes.
Pese al potencial de las relaciones Unión Europea-América Latina, un obstáculo
de importancia sería el desinterés europeo por la disminución de la pobreza y
la desigualdad.
En “América Latina y el nuevo juego global”,
realiza un balance sobre las redefiniciones de los roles del Estado, del
mercado y la sociedad civil, sosteniendo la complejidad conflictiva de las
interacciones que de ellas se derivan. En las dos últimas décadas del siglo XX,
la globalización neoliberal puso en crisis a los Estrados, exigidos por los
organismos internacionales y los marcos del capitalismo post-Guerra Fría a la
reducción y desregulación. Los países entran en crisis, actuando bajo
exigencias externas y sin amparo alguno ante la aparición de emergente
críticos. La paradoja que se da en los países en desarrollo frente al discurso
neoliberal es el violento contraste entre la exigencia del “Estado mínimo” y la
innecesariedad de la presencia estatal en el cumplimiento de los programas de
reformas neoliberalizantes tales como las medidas desreguladoras, la
privatización de servicios, la reducción de costos de factores de producción o
las exenciones tributarias.
Un papel no menor en
esta configuración la economía global está dado en la influencia que las
instituciones financieras internacionales juegan, siendo considerada necesaria
una modificación de las reglas de la OMC a fin de permitir un uso más activo de los instrumentos de producción
de la industria naciente como tarifas y subsidios. En tanto, un “autoritarismo
de la eficacia” legitimaría el debilitamiento de los Estadios en desarrollo
avalando un reemplazo de la autoridad
pública por una autoridad privada, dando lugar
una lex mercatoria. Es así que
la “economía se ha transformado y, en este inicio del siglo XXI, ha pasado
definitivamente de nacional global; pero
la política, que define la legitimidad, se mantiene territorial y prisionera de
sus características nacionales”. (p. 362).
Los grandes
proyectos regionales se encontrarían en razonable situación de observancia. La
Unión Europea y su apuesta por la extensión hacia los países del Este
(aumentando un 28% en población, pero un 5% en PBI). Este desafío impondría a
plazos cercanos el equilibrio de la
conflictividad del accionar del crimen organizado, la conflictividad sobre una
legislación laboral común y los recelos nacionalistas, aspectos que entrañan
dificultades que no opacarían las perspectivas de desarrollo. Distinto es el
juicio que Dupas realiza sobre el MERCOSUR, cuyo progreso se habría visto
estancado a partir de 1998, al quebrarse la estabilidad de los precios
relativos a causa de la turbulencia cambiaria. Afirmando que MERCOSUR ha
retomado a un patrón antiguo de intercambio de especialidades, se propone la implementación
de políticas macroeconómicas comunes, ampliación geográfica y decisiones estratégicas
comprometidas con una visión transnacional. En este contexto, la participación
en las cadenas productivas es una consecuencia no deseable pero una obligación
de la lógica capitalista global, compartiendo su soberanía con los actores económicos.
La asunción de
políticas estatales transnacionales se volvería así una alternativa apreciable
para limitar el accionar a antisocial e irresponsable del poder
capitalista. Un cuadro de “regulación
democrática legitimadora”, capaz de proveer la estabilidad social tras el flagelo
sufrido por los perdedores de la globalización, se vuelve imprescindible. En
este sentido, la sociedad civil, restringida a resistencias aisladas, no
encuentra estrategias para una alteración más amplia de sus condiciones en un
proceso global y nacional, sin reconocer con claridad el poder responsable y legitimado
para demandar contra las progresivas asimetrías, aumento de la pobreza y concentración
de renta y poder. La expresión de las ONG, con su capacidad de influencia y sensibilización,
expresarían posibles procesos de articulación de consensos normativos y
disposiciones morales orientadoras de la convivencia social; sin embargo, las limitaciones
de su accionar estarían dadas en su pugna por visibilizar escenarios de
consensos, y no contemplando los intereses en disputa. Este aspecto demostraría
el carácter insustituible de la acción pública y la localización de instancias
superiores desde donde se definen prioridades y adecuaciones mediante
principios ampliamente aceptados. Sin reemplazar el Estado, la sociedad civil
estaría dotada de la capacidad de pendular en un juego de amparo y desafío a
los Estados, en la búsqueda de nuevos roles, “esenciales al equilibrio de poder
en el nuevo juego global”.
Ensamblándose con el
contexto, los distintos artículos forman parte de una nueva introspección sobre
el efecto de las teorías de la modernización
en sus promesas de desarrollo. Siendo posible discrepar con los autores sobre
la necesidad de colaboración internacional (Unión Europea, Estados Unidos) en
los objetivos regionales, los textos describen la proximidad de escenarios en
que la relación de Estado y sociedad será imprescindible para sostener la gobernabilidad
y la cohesión social. Exhortación a la responsabilidad de la hora, la obra es
una posta hospitalaria de revisión de nuestro tiempo.
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