Revisiones sobre la patria colonial
IRAZUSTA, JULIO. (1963)
Influencia económica británica en el Río de la Plata, Eudeba, Buenos Aires,
1978.
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N juicio crítico acerca de la construcción y elaboración de la nacionalidad exige el conocimiento de
la estructura social nacional, el reconocimiento de las proyecciones ideológicas
de las elites y la descripción precisa
de las relaciones económicas internacionales.
Ha resultado
previsible que, en contextos de volatilidad económica e inestabilidad política,
las élites de la periferia opten por una cómoda subalternidad o una estrategia
silenciosa de posicionamiento y el rechazo a la afirmación nítida de la
política exterior. Las sentencias de la alta diplomacia resultan, en
consecuencia, contraproducentes y ruidosas. Aún a riesgo de una perdida de
visibilización identitaria, adquiere nuevo valor la sensatez de un patriótico
sentido común y un sutil entendimiento de las alineaciones políticas (y
económicas) del sistema internacional. En tal sentido, por sus sagaces análisis de las relaciones de dependencia, el texto de Irazusta se encuentra en una misma línea con las denuncias de Raúl Sacalabrini Ortiz, la propuesta nacional de Hernández Arregui o la geopolítica revolucionaria del primer Norberto Ceresole.
Sobre el autor
El legado intelectual de Julio Irazusta admite controversias.
Nacido en 1899 en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, a los 23 años era un
joven abogado liberal y adherente crítico de la Unión Cívica Radical. Será en
su estadía europea (1923-27) cuando Irazusta asumirá plenamente su adhesión al
nacionalismo integrista, atraído por la Action
Française de Charles Maurras y el fascismo. A su regreso, asumirá posición
sobre la realidad nacional desde un catolicismo intransigente en la revista Criterio. Acompaña esta aventura
refundacional su hermano mayor Rodolfo, quien desarrolla un periodismo
doctrinario en el periódico La Nueva
República -junto a otros cruzados como Ernesto Palacio y Alberto Ezcurra
Medrano- y participa de la creación de la non
sancta Liga Republicana, fuerza de choque fascistoide y anticomunista. Las motivaciones políticas de los Irazusta,
familia terrateniente del Litoral, era descubrir como la burguesía rural había
cedido la autoridad de gobernar el país
a liberales irresolutos, pusilánimes frente a los intereses de las potencias
extranjeras y apátridas en una hipotética tradición a los valores insignia de la argentinidad;
opera aquí la nostalgia por un “hombre fuerte”
que posibilite la recta recuperación del destino nacional, cuyo modelo
histórico será Juan Manuel de Rosas. Más tarde, y desde un posicionamiento
menos religioso, pregonará desde la revista Acción
Republicana la nacionalización, modernización económica y la preparación
militar del ciudadano desde el sistema educativo. Tras el fracaso militar del proyecto
de Uriburu, se involucrará en el partido Unión Republicana, expectante pero
finalmente decepcionado del populismo nacionalista del peronismo, para morir
silenciosamente en su ciudad natal en 1982.
Pues bien, ¿puede
juzgarse la parte por el todo? Cabe recordar que liberales, socialistas,
comunistas y radicales hacían causa común en defensa de las democracias
liberales europeas, países cuyos Estados ya habían alcanzado el desarrollo
industrial, mientras que el rústico sistema fascista prometía un atajo hacia el
progreso. En consecuencia, la adhesión al demoliberalismo europeo constituía
una conservación del status quo y un apoyo indirecto las potencias occidentales
y a la vinculación neocolonial del país, mientras que el apoyo al nacionalismo
integrista pregonaba un balance de poder que reestructure al sistema político
internacional. El origen político de gran parte de la juventud izquierdista de
los años setenta posiblemente acredite que el análisis crítico y voluntarista
de la realidad nacional, y la indignación hacia la aceptación de distinta
formas de dominación extranjera, podía trasladarse a visiones políticas
contrapuestas. (*) Es así que escritos
de aventureros filonazis como Jaime de Mahieu, con su abstracta descripción
sobre el rol organizador del Estado, podrían asimilarse a fundamentaciones
hegelianas en cualquier sentido partidario.
Inglaterra y la condición colonial argentina
Irazusta remonta a
Mariano Moreno, con su escrito “Representación de los hacendados”, la promoción
de un librecambismo imprudente, favorable a la influencia británica. Si el Secretario
de la Junta advierte la conveniencia de la relación con Inglaterra, sobreestimando
el honor británico, con la fundación en 1811 de un club de ingleses residentes
en Buenos Aires, se unirán en gremio y se distribuirán sectores comerciales
bajo los beneficios de las importaciones de los arcos ingleses que arriban al
puerto de Buenos Aires. En 1813 la reacción local se manifestará en el
Consulado, donde Juan José Cristóbal de Anchorena polemizará con elocuencia
contra los partidarios del libre comercio. Rememora el poderío económico de las
finanzas británicas al interior de las Provincias Unidas, capaz de doblegar la
voluntad de Dorrego y forzarlo, tras numerosos triunfos bélicos, a la cesión
del Uruguay en la Guerra del Brasil. Es precisamente la negligencia en la políticas
de desarrollo económico (“falto entre los
emancipadores el equivalente del genio económico-financiero
de Hamilton”) un señalamiento certero, que refiere a una omisión
insoslayable: el establecimiento de alianzas internacionales (y de qué tipo), la formación de intereses
precedentes y el enfoque estratégico que viabilice la concreción de metas,
asuntos, todos ellos banalizados o ausentados por los actuales formadores de
opinión.
En su conclusión (Cap.
VII: “Del noventa hasta nuestros días”) Irazusta formula una descripción de la
Argentina que linda entre el desengaño y la arenga. Entiende los frutos que el
país ha recogido de la influencia británica en la economía nacional, pero
habiendo constituido un Estado en el Estado el contexto posibilita una
oportunidad ante el crecimiento del discurso nacionalista y la decadencia británica.
La crisis mundial y las revoluciones habrían marcado un nuevo campo de cultivo
para la influencia Británica, debido especialmente a la ausencia de una
respuesta creativa de la clase dirigente: el retorno al mercado tradicional por
medio del tratado Roca-Runcimann, cuyas humillantes condiciones perjudicaron a
la ganadería local y depreciaron la moneda nacional: la influencia británica alcanzará
así una expresión nítida de influencia cuando el peos se ve arruinado pagando
las exportaciones a Inglaterra y bloqueando saldos en libras disponibles por el
gobierno argentino en New York, situación que no se había podido revertir pese
a los reclamos desde 1945. Inglaterra lograba hacerse entonces el 40 por ciento de las exportaciones
argentinas en intercambio de tecnología precaria (buques desafectados,
materiales de ensayo) con precios ruinosos, progresivamente más bajos tras los gastos
posteriores al embarque.
La condición
periférica, en efecto, no debería resultar una renuncia la historicidad de un
posicionamiento finalista ni la eliminación de la vigencia de desafíos
postergados. Siendo inadmisible la dislocación de una gravitación política internacional,
la conducción nacional debe viabilizar un discurrir nítido sobre una visión
argentina hacia el mundo contemporáneo. La revisión de las teorías de la
dependencia resulta una ejercitación imprescindible de los decisores de Estado,
en la persistencia de un esfuerzo intelectual hacia la reconstitución nacional
y un orden social justo.
En el escrito en
cuestión no se hace mención alguna de un problema cultural, explicación
histórica frecuente en la línea de Carlos Ibarguren. Aquí los argumentos nacionalistas
son laicos, y lucidos: pueden ser formulados por cualquier sector político, y
retomarse como antecedente a la crítica desarrollista de los sesenta o el
análisis estructural marxista. Se
considera que desde el origen e inicios del nuevo Estado, la conformación de las
estructuras gubernamentales y la definición de un modelo productivo y acceso a
financiamiento suele requerir de acuerdos con potencias que, apresurados, son
más tarde denunciados por espurios. El análisis de las relaciones subalternas
de la República Argentina respecto del Reino Unido de la Gran Bretaña ha sido
objeto de estudio de la literatura nacionalista argentina desde inicios del
siglo XX, iniciando el debate de la influencia de las relaciones económicas en
un país que encuentra limitado su condición de soberano. Esta revisión de la dominación
económica -y en consecuencia, política- establece un análisis que merece
reformulaciones, pero perpetuidad por audacia metodológica y celo patriótico.
(*) Para una visión más completa de estos virajes políticos
juveniles, recomendamos el excelente Tacuara. Historia de la primea guerrilla urbana,
de Daniel Gutman, donde se abordan formas, referencias y mutaciones de la
participación política juvenil desde la
década del ’30 hasta finales de los ’80.
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